El acné es una afección de la piel que se produce cuando la grasa y las células muertas obstruyen y bloquean las aperturas de los folículos pilosos. Se crea un entorno con inflamación, activación del sistema inmune y proliferación bacteriana que empeora el cuadro cutáneo. Así, cuando el poro obstruido se infecta lo vemos en forma de espinillas o comedones cerrados o abiertos. Puede ser visible en el rostro y también en cuello, espalda, hombros y pecho. Suele ser común entre los adolescentes pero puede afectar a personas de todas las edades. Los cambios hormonales (adolescencia, embarazo y menopausia) o el uso de productos cosméticos inadecuados pueden estar detrás de los brotes de acné. El estrés sostenido, una alimentación poco saludable o la fricción mecánica (en el caso del maskné) puede empeorar el problema. La rutina cosmética de base para cuidar una piel grasa con tendencia a acné debe incluir: limpieza con un producto específico no irritante; producto que aporte hidratación e ingredientes seborreguladores y que sea no comedogénico; y fotoprotección oil-free al final de la rutina de día. Este último paso es imprescindible para evitar que queden marcas hiperpigmentadas. Por la noche, podemos aplicar cosméticos con ingredientes renovadores y comedolíticos más intensivos, como alfa y betahidroxiácidos o retinoides, entre otros, y según cada caso en particular. Ante la aparición de brotes con abundantes comedones, inflamación e inconfort será imprescindible acudir al/la dermatólogo/a para seguir el tratamiento más adecuado. Debe evitarse la manipulación de las lesiones, ya que solo contribuye a agravar el cuadro.