Las ceramidas son un grupo de sustancias que forman parte de nuestra piel y ayudan a mantenerla sana, luminosa e hidratada. Forman unas capas de naturaleza lipídica, junto a los ácidos grasos y el colesterol, para mantener bien cohesionadas las células muertas del estrato más externo de la piel, también llamado estrato córneo.
Esta sustancia, que actúa como un "pegamento" intercelular, confiere protección a las capas más internas y se conoce como sustancia cementante. La integridad de esta parte externa de la epidermis es fundamental para minimizar el daño ambiental sobre la piel: regula el intercambio de agua entre las capas más profundas y las superficiales, y actúa como escudo frente a microorganismos o partículas. Así, las ceramidas son importantes para mantener la estabilidad y la funcionalidad de esta barrera semipermeable.
Hay varios tipos de ceramidas, según cómo se componen a nivel químico, y muchísimos productos cosméticos incorporan una o varias de ellas para potenciar esta protección y cohesión cutánea. El envejecimiento fisiológico, la luz del sol y las variaciones climáticas provocan una disminución en la producción de ceramidas, lo que reduce la capacidad del estrato córneo para retener el contenido de humedad idóneo; por ello, la piel se seca y aparecen arrugas. Además, determinadas anomalías en las ceramidas endógenas pueden estar relacionadas con la aparición de eccemas o dermatitis atópica.
En conclusión, son un tipo de ingrediente muy útil y versátil, que repara la función barrera de la piel y ayuda a manterla sana y flexible. También se incorporan ceramidas en geles limpiadores, bálsamos corporales y cuidados post-solares. Incluso en productos para endurecer las uñas débiles. En cosmética capilar tampoco faltan: los champús y acondicionadores con ceramidas tienen capacidad emoliente y contribuyen a sellar las cutículas para que el cabello luzca más sano y brillante.