¿Has oído hablar alguna vez del lipedema? Esta enfermedad crónica, ignorada durante mucho tiempo, aparece gradualmente durante la adolescencia y puede afectar a 1 de cada 10 mujeres. Es el resultado de una acumulación anormal de tejido graso debajo de la piel, que se presenta con mayor frecuencia en las piernas, desde el tobillo hasta la rodilla o incluso hasta los muslos.
A continuación, te contamos todo lo que debes saber acerca de esta enfermedad.
¿Qué es el lipedema?
El lipedema, que afecta principalmente a las piernas, provoca una acumulación anormal de tejido graso debajo de la piel. En aproximadamente el 30% de los casos, los signos típicos de la enfermedad también se pueden observar en los brazos.
En el lipedema, el tejido graso también está cargado de agua, lo que da una apariencia abultada como pequeñas bolas en la superficie de la piel, que se sienten al tocarlas. La microcirculación sanguínea también se debilita y favorece la aparición de hematomas.
Además, esta enfermedad puede presentarse independientemente de padecer sobrepeso o no.
¿Cuáles son los síntomas del lipedema?
Muchas veces resulta complicado realizar un diagnóstico precoz. De hecho, los síntomas del lipedema pueden ser comunes a otras patologías como el síndrome de piernas inquietas o la insuficiencia venosa crónica, entre ellos:
Dolor y sensación de tensión en las piernas
Trastornos de sensibilidad (insensibilidad, hormigueo, etc.) en brazos y piernas
Cansancio y fatiga
Asimismo, los principales síntomas del lipedema incluyen:
Desproporción física con piernas más gruesas y una parte superior del cuerpo más delgada
Tendencia a hematomas
Dolor y sensación de tensión en piernas y brazos con persistencia a pesar de la actividad física y las piernas levantadas
Piel de naranja y celulitis
Sensación de frío en las zonas afectadas
Apariencia simétrica de depósitos grasos en las piernas y/o brazos
Los síntomas pueden afectar a zonas muy concretas como las caderas, los muslos, las pantorrillas o los brazos.
¿Qué causa el lipedema?
Existen 3 causas principales de lipedema clásicamente aceptadas, incluso si la enfermedad puede ocurrir espontáneamente sin una causa verdaderamente identificada:
Un desequilibrio hormonal vinculado a un cambio. En el momento de la pubertad o el embarazo, las hormonas de tipo estrógeno actúan estimulando y aumentando el tamaño de las células adiposas, que almacenan la grasa de nuestro cuerpo.
Un origen genético. En más del 50% de los pacientes con lipedema se encuentran casos similares en familiares cercanos.
Un componente ambiental. Como ocurre con todas las enfermedades con causas poco establecidas, se culpa a factores ambientales. Y, en particular, muchos investigadores creen que la contaminación y los disruptores endocrinos podrían estar entre los desencadenantes de esta enfermedad.
Por otro lado, los científicos coinciden en que una dieta desequilibrada y otras causas clásicas de obesidad no tienen relación con el lipedema.
¿Cómo tratar el lipedema?
La mayor parte del tratamiento de esta patología se basa en un principio de compresión. De hecho, la sujeción o compresión continua ayuda a descongestionar los tejidos y puede utilizarse como preparación para una futura cirugía.
La restricción venosa se puede localizar en medias piernas, con medias de compresión, o en toda la pierna con medias y/o pantimedias. Esta sujeción ejerce presión sobre la red de venas superficiales y, por tanto, mejora la insuficiencia venosa, por lo que contribuye considerablemente a aliviar la sensación de piernas pesadas y de dolor.
Los fisioterapeutas pueden ofrecer tratamientos de drenaje linfático. Se trata de una técnica de masaje suave y lenta cuyo objetivo es estimular la circulación linfática. No requiere ningún equipamiento especial, ya que es exclusivamente manual, con movimientos suaves y lentos variando la presión. El dolor se alivia en las primeras etapas del lipedema.
Sin embargo, el tratamiento definitivo del lipedema requiere de una cirugía que permite eliminar los depósitos grasos mediante una técnica de liposucción. Permite una desaparición casi permanente de los depósitos grasos y de los síntomas al apuntar con precisión a las áreas patológicas y aspirar los tejidos adiposos. En el 90% de los casos los resultados son muy satisfactorios: mejora de la silueta, reducción o incluso eliminación de los síntomas (dolor, edema, pesadez, etc.) y marcada mejora de la movilidad.
En cuanto al estilo de vida, si bien las dietas no pueden hacer nada contra el lipedema, se recomienda encarecidamente luchar contra el exceso de peso, mediante una alimentación sana y una actividad física regular (al menos 30 minutos diarios de actividad física de suficiente intensidad), que ayude a evitar empeoramiento del lipedema.
Este proceso de adelgazamiento debe realizarse desde el inicio de esta patología para frenar su progresión. Los pacientes que sufren lipedema generalmente tienen muchas dificultades para afrontar las deformaciones que afectan a su cuerpo, a pesar de los esfuerzos que realizan para frenarlas. De hecho, las repercusiones psicológicas de esta patología son considerables y absolutamente deben ser objeto de un seguimiento adecuado y personalizado por parte de un profesional, por lo que es importante un tratamiento precoz para prevenir la aparición de diversas complicaciones, como el linfedema secundario y los trastornos articulares que dificulten la movilidad.
Si consideras que presentas sintomatología compatible con el lipedema, no dudes en consultar a tu médico.
*Artículo traducido y adaptado por Celia Núñez Gil, redactado originalmente por Léa Fillion.