A principios de año el Ministerio de Sanidad confirmaba problemas de suministro de antibióticos y medicamentos como la aspirina, el ibuprofeno y el jarabe para la tos. ¿A qué se ha debido esto? Factores como la pandemia, la situación en Ucrania, el aumento de precio de la energía y el transporte, han propiciado esta situación.
Eso sí, esto es uno llamado a la tranquilidad, ya que la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), ha estado en constante comunicación con los laboratorios para conocer de primera los stocks de estos productos y asegurar el suministro.
Pero en cuanto a los antibióticos, hay otros “frentes” abiertos y es que además de las dudas sobre cómo tomarlos o hasta cuando, están pasando más cosas. Desde hace unos años han aparecido campañas con eslóganes como “Los antibióticos no sirven para todo” o “Antibióticos: tómatelos en serio” desde AEMPS y Gobierno de España para concienciar sobre su uso.
Estas campañas surgen, además, para subrayar el error común de utilizar los antibióticos para tratar infecciones de origen vírico como la gripe. Y es que el abuso de antibióticos está conduciendo al desarrollo de bacterias más resistentes y difíciles de tratar.
Si hay alguien que puede resolver todas nuestras dudas sobre el uso y abuso de antibióticos y ayudarnos a entender qué está pasando es nuestra farmacéutica Mar Santamaria. Hoy ponemos bajo su lupa de experta a los antibióticos.
Los antibióticos bajo la lupa de nuestra farmacéutica Mar Santamaria
Empecemos por el principio, ¿qué hace exactamente un antibiótico?
Recuerdo mi primera clase de farmacología en la Facultad de Farmacia. El profesor nos dijo: “Durante este curso, estudiaréis muchos medicamentos. La inmensa mayoría de ellos nos ayudan a paliar síntomas y a vivir mejor. Aunque os sorprenda, solo algunos, unos pocos, son curativos: los antibióticos en primer lugar”. Los antibióticos CURAN las infecciones bacterianas, en mayúsculas. Porque tratan el origen del problema: destruyen o paralizan el crecimiento de las bacterias patógenas causantes de infección (y las no patógenas, también, como efecto colateral). Así de claro. Y útil.
¿Qué utilidad tienen?
Los antibióticos salvan vidas, cada día, a cada minuto. Pero, ojo, atentos a este gran detalle: estamos hablando de infecciones bacterianas. Recordemos que existen otros tipos de infecciones: por virus, por hongos. Ahí es donde NO son efectivos (bueno, para algunos hongos, algunos tipos de antibiótico sí lo son). No son efectivos, decíamos, en afecciones tan comunes como: resfriados, gripe... Ni en covid-19 (todas ellas, causadas por virus). Únicamente se prescriben, en estos contextos, si existe una sobreinfección bacteriana simultánea o posterior a la infección vírica.
¿Hay distintos tipos de antibióticos?
Por supuesto. Pero valga decir primero que son un patrimonio escaso. Hay que mimar el arsenal de antibióticos. Porque, por desgracia, con su uso (y abuso), dejan de ser efectivos. Necesitamos distintos tipos de antibióticos en función del tipo de bacteria patógena que esté causando la infección. No todos los antibióticos son efectivos para todas las infecciones bacterianas, ni mucho menos. De aquí uno de los retos terapéuticos: “hacer diana” y acertar en utilizar el adecuado (por ejemplo, mediante un tipo de prueba muy relevante a nivel clínico e intrahospitalario: el antibiograma). Los antibióticos se pueden clasificar de varias formas. Según si tienen una acción muy específica frente a cepas bacterianas muy concretas, o de más “amplio espectro”. También se clasifican en función su estructura química y mecanismo de acción. Existen “varias generaciones” de antibióticos, más antiguos o más recientes.
¿Cuándo tomar un antibiótico? ¿Qué pasa si dejo de tomarlo antes de lo que me aconseja el médico?
Esta pregunta es facilísima de responder: solo y únicamente cuando nos lo prescribe un/a médico/a u odontólogo/a. Siempre, siempre, necesitaremos una prescripción facultativa para adquirirlos. ¿Por qué? Porque, si se usan cuando no toca, o de forma errónea, estaremos abriendo la puerta a las resistencias bacterianas. Eso equivale a decir: a la pérdida de efectividad de los antibióticos.
Si dejamos de tomarlo antes, lo tomamos de manera inadecuada sin seguir la pauta prescrita, lo tomamos durante más tiempo del debido o nos automedicamos: estamos contribuyendo a fulminar la utilidad de los antibióticos. Sin medias tintas. Y este hecho, compromete la supervivencia de los pacientes hospitalizados y también la salud comunitaria. A continuación, veréis por qué.
¿Nos estamos haciendo fuertes ante los antibióticos?
No somos nosotros los que nos hacemos fuertes. ¡Al contrario! Nosotros nos hacemos más débiles. Porque, son las bacterias, las que se hacen resistentes. O mejor dicho, toda su prole. Seguro que conocéis el fenómeno de la “selección natural”. Los organismos mejor adaptados, son los que sobreviven. Pues más o menos es extrapolable a las poblaciones de bacterias. De manera espontánea, a medida que se van propagando, acumulan mutaciones en su material genético. Por puro azar, algunas de estas mutaciones y de vez en cuando, les suponen una ventaja para su supervivencia. Una de estas ventajas puede ser un mecanismo que haga que, ante el antibiótico, salgan victoriosas sin un solo rasguño y esquiven su acción.
A estas bacterias les ha tocado la lotería, ¡son invencibles! Y son las que siguen reproduciéndose, a una velocidad pasmosa, burlándose del antibiótico. Por tanto, toda su descendencia “será más resistente”. Con los usos inadecuados que comentábamos antes, estamos ayudando (sin querer) a seleccionar estas bacterias resistentes, a que se hagan más fuertes y se propaguen más. Las bacterias sensibles al antibiótico mueren. Pero, las resistentes, siguen adelante. Y, ¿qué ocurre cuando acumulan más y más mutaciones beneficiosas para ellas? Pues que aparecen las bacterias multiresistentes, muy temidas a nivel hospitalario, ¡porque no hay antibiótico que pueda con ellas!
¿Hay algo que podamos hacer para mejorar esta situación?
A nivel individual, ¡SÍ! Para no contribuir a la aparición de cepas resistentes a los antibióticos que tenemos, utilizarlos SÓLO cuando nos los prescriben y seguir la posología al pie de la letra es fundamental. Nada de automedicarnos, ni exigirlos en la farmacia. Así, perdemos todos. A nivel colectivo, las estrategias “one health” también son muy importantes: no estamos solos en el mundo, convivimos con otras especias y debemos cuidar de nuestro entorno. Los antibióticos también se utilizan intensivamente en ganadería y a nivel veterinario, por ejemplo, por lo que también es indispensable hacer un buen uso de ellos a gran escala.
Finalmente, hay que apoyar la investigación en antibióticos. ¿Por qué no se investigan más y se sintetizan nuevos antibióticos?, os preguntaréis. Una de las respuestas, aunque no la única, la encontraréis a partir de la respuesta a la primera pregunta. ¿Quién se anima a reflexionarlo? Pero el buen uso sigue y seguirá siendo primordial. De nada nos sirve encontrar nuevos antibióticos, modernos e infalibles, si los usamos mal: en dos días, ya habrán aparecido bacterias resistentes a ellos. Y esto es un problema de los grandes, os lo aseguro. El mejor agradecimiento que podemos hacer en memoria del Dr. Fleming (descubridor del primer antibiótico) y, la mejor manera de preservar la salud comunitaria es, sin ninguna duda, tomar conciencia de las consecuencias de un mal uso de los antibióticos y actuar con responsabilidad.