“Convención anual” de virus respiratorios: un panorama incómodo
A estas alturas de la película, si yo voy y te hablo de virus respiratorios podrías pensar que nos hemos quedado en “el día de la marmota” (que, por cierto, será el próximo 2 de febrero) y no acabamos de pasar página. Quizás ya dispongas de mucha información (si no un exceso) sobre cómo prevenir contagios o cuidarte. Pero la realidad es que este otoño e inicio de temporada invernal nos está trayendo una auténtica “convención de virus respiratorios”. Los patrones epidemiológicos habituales de estos patógenos se han alterado por las múltiples anomalías derivadas de la pandemia de Covid-19.
Imagínate que, durante muchos meses, no has podido circular libremente por las calles, los locales de ocio y las reuniones presenciales de tu trabajo. ¡Muy cierto! No necesitamos tirar de imaginación, porque lo hemos vivido. Pues algo similar les ha ocurrido a muchos virus respiratorios. Lo has leído bien: gracias a las mascarillas, a la higiene de manos, a la ventilación de espacios, al control de aforos y a las limitaciones de contacto con otras personas, también hemos impedido que los virus respiratorios en genérico (muy amantes del frío, los espacios cerrados y poco ventilados y la proximidad física) hayan circulado libremente de persona a persona. No olvidemos que somos los huéspedes que tanto ansían para poderse replicar.
Resumiendo: con estas medidas también hemos puesto muchas barreras (durante casi 3 años) a los resfriados, la gripe, el virus respiratorio sincitial (que causa bronquiolitis) y a todos sus colegas que infectan las vías respiratorias. Y, ¿ahora qué? El SARS-CoV-2 es un virus que aún está entre nosotros, no lo olvidemos. Sigue siendo muy contagioso, incluida toda su prole de linajes de ómicron que no da tregua con su capacidad para infectar (técnicamente decimos que tiene una alta transmisibilidad). Pero la vacunación y las mejoras en los tratamientos de soporte han sido cruciales para cambiar de manera radical el curso de una pandemia que nos tenía en vilo. Pero, ¿y qué pasa con el resto de virus? Nos hemos librado de ellos durante un tiempo. Y ahora, al normalizar nuestros hábitos y estilo de vida, ya volvemos a tenerlos aquí.
También hay que mencionar el curioso fenómeno de “competencia entre virus”. Durante un tiempo, el predominio de la Covid-19 no ha dejado “espacio” a los demás virus. ¡Los ha desplazado! Ahora ya no es así y reivindican su puesto. Y otra situación que se está valorando: ¿Nos encontramos ante una falta de entreno de nuestro sistema inmunitario para lidiar con la gripe, los resfriados…? A eso se le llama evanescencia inmune o pérdida de anticuerpos e inmunidad. En el caso de los niños pequeños aún es más evidente. Decimos que es una población naif porque su inmunidad está haciendo frente a muchos virus con los que no había estado en contacto hasta ahora.
Con todo este panorama, vemos que:
La gripe se ha adelantado unas 6 semanas respecto a sus meses epidémicos habituales. El subtipo predominante es el H3N2;
Hay una mayor circulación y contagios de virus causantes de resfriado común y bronquiolitis, especialmente entre los menores de 2 años (una población más sensible a estas infecciones y con un sistema de defensa más inmaduro).
Debemos cuidar con especial atención a las poblaciones más sensibles: bebés y niños pequeños, embarazadas, personas con enfermedades de base y de edad avanzada.
La “reunión de virus” trae consigo su molesto repertorio de mocos, tos y, en algunos casos, un indeseado aumento de visitas médicas y hospitalizaciones. La buena noticia es que disponemos de hábitos de prevención y herramientas terapéuticas muy eficaces para combatirlos. Así que, si te interesa hacer un buen repaso sobre ello, sigue leyendo.
Frío, infecciones respiratorias y mocos, muchos mocos
¿Por qué durante los meses más fríos hay más infecciones respiratorias? Vamos a intentar explicarlo. La temperatura ambiental baja progresivamente. Esta situación es propicia para que los virus respiratorios lo tengan más fácil para infectar las células epiteliales. El aire frío provoca una disminución del flujo de sangre a la nariz y, como consecuencia, se producen cambios en la mucosa respiratoria y la distribución de las células de sistema inmunitario en este tejido. Además (de ello hemos aprendido mucho con la pandemia) cuando hace frío, permanecemos más tiempo en lugares cerrados y poco ventilados, lo que contribuye de forma muy clara a la propagación ambiental de los virus respiratorios y a su transmisión aérea.
Hay algo que me han preguntado muchas veces. Y voy a desmontar este mito: ¿El frío es la causa de las infecciones? La respuesta, como vemos, es que no. El frío solo enfría. No “resfría”. No causa por sí solo las infecciones respiratorias ya que la causa real es el patógeno en cuestión (virus o bacteria). Pero el frío favorece las infecciones por todos los aspectos que hemos explicado. De hecho, la mucosa nasal tiene muy buenos mecanismos de defensa local contra las infecciones mediante la producción de mucosidad y el transporte mucociliar. Gracias a ello, más del 90% de partículas que respiramos (incluidos los virus) quedan retenidas y se van drenando, desplazando, para su eliminación (hacia el sistema digestivo o, cuando tosemos y nos sonamos la nariz, hacia el exterior). Por tanto, los mocos digamos que no serían el enemigo, sino una estrategia de protección.
Pero, cuando hay una bajada local de defensas y/o un inóculo grande de virus o bacterias que consiguen iniciar la infección, la cosa cambia. Allí, en la nariz y la faringe, se arma una batalla tremenda: se producen y retienen más secreciones de las mucosas, aumenta la permeabilidad vascular, aparece inflamación y obstrucción nasal… Por tanto, notamos los síntomas y molestias que ya conocemos. En exceso, esta mucosidad sí que resulta muy incómoda y también puede aparecer por otros estímulos como los alérgenos, la contaminación o sequedad ambiental y los tóxicos irritantes. Los receptores del árbol respiratorio se sensibilizan y se añade a la fiesta la tos. Pero veamos qué podemos hacer para aliviar este cuadro sintomático.
Consejos para sobrellevar mejor la “convención” anual de virus
Si has llegado hasta aquí, ¡enhorabuena! Toda la explicación anterior servía para conocer mejor el contexto en el que nos encontramos y el porqué de los síntomas de las infecciones respiratorias. Y, si ya has pillado el primer virus de la temporada de frío, tómatelo con calma. Lo más habitual es que curse de forma leve y no va a ser necesario acudir a tu médico/a. Muchas de estas infecciones respiratorias suelen ser autolimitadas, que se resuelven en unos cuantos días y chin-pun. Eso sí, sigue con los buenos hábitos que bien conocemos para controlar los contagios: uso de mascarilla (sobre todo para proteger a las personas más vulnerables, ¡no vayas a visitarlas!), realización de un test de autodiagnóstico (son muy útiles los que detectan gripe y Covid-19), buena ventilación, … calditos, manta y antitérmico.
Si no hay complicaciones durante un proceso de infección vírica (resfriado, gripe, Covid-19), el tratamiento habitual sintomático o de alivio sería el siguiente:
Para la congestión nasal y la rinorrea, puedes utilizar un producto sanitario o medicamento descongestivo en forma de espray por vía nasal. Es mejor si no contiene ningún principio activo vasoconstrictor, porque puede crear “efecto rebote” si se utiliza con demasiada frecuencia. Si no hay contraindicaciones (bebés, embarazo, alergias) recomiendo los que tienen extractos de plantas con acción descongestiva: eucalipto, pino, menta, abeto negro, geranio…
También recomiendo la limpieza de la cavidad nasal con suero fisiológico o agua de mar. Evita mocarte con mucha intensidad. Puede favorecer al paso de la infección al oído. Si hay mucha congestión, podrías tomar un medicamento antihistamínico y descongestivo por vía oral, pero con asesoramiento de un profesional de la salud. Para respirar mejor y ayudar a hacer que la mucosidad sea más fluida y favorecer su expulsión, humidifica el ambiente. Puedes usar un humidificador. Hidrátate bien, bebe líquido (agua, infusiones y caldos).
Para la tos y el malestar general, disponemos de algunas ayudas eficaces: por un lado, jarabes a base de extractos vegetales como eucalipto, abeto, pino, grindelia, llantén, liquen de Islandia, hiedra, hinojo, pelargonio, tomillo…) o principios activos antitusivos, mucolíticos y expectorantes. Para el malestar general y la fiebre, un antitérmico habitual como el paracetamol (en dosis de 500mg o 650mg cada 8 horas para adultos es correcto, si no hay contraindicación). Si tienes dudas, también consulta.
Para reponer fuerzas, sigue una dieta digestiva y reconfortante. Insisto en las bondades de un buen caldo vegetal o de pollo. Si hay irritación en la zona alrededor de los orificios nasales utiliza con un bálsamo reparador e hidratante para evitar sequedad y pequeñas heridas.
Por último, pero no menos importante: la prevención es la clave. Las vacunas, ¡tenlas siempre al día! No te la juegues y, si eres población de riesgo, completa y actualiza la pauta de vacunación contra la Covid-19. Vacúnate también contra la gripe siempre que esté indicado en tu caso. Así, quedarás protegido contra estas dos infecciones, que son las que cursan por brotes pandémicos o epidémicos y pueden causar mayores complicaciones.
Si aparecen señales de alerta o complicación sí deberemos consultar con nuestro centro de salud de referencia. Hay que tener especial precaución en menores de 2 años que presenten tos y/o fiebre por encima de 38º y un llanto que no cesa. En adultos, en caso de tos con mucha expectoración, moco verde-amarillo y fiebre alta, por el riesgo de sobreinfección bacteriana. Por supuesto, siempre consultaremos en caso de dificultad para respirar, dolor intenso o duración excesiva de los síntomas.
Son pacientes de riesgo los mayores de 75 años, los lactantes (en el caso de gripe y virus respiratorio sincitial), las personas con enfermedades cardiovasculares o respiratorias, las mujeres embarazadas o madres lactantes, las personas que conviven con diabetes, inmunosupresión, tratamiento anticoagulante, oncológico, insuficiencia renal o hepática, entre otras casuísticas. Estas personas deben consultar a un profesional sanitario y seguir las pautas de vacunación siempre que sea posible.