Gracias al calor que aportan los parches térmicos a los músculos, es posible calmar el dolor muscular producido por contracturas, sobrecargas o lesiones musculares leves, como pueden ser la tortícolis o las lumbalgias. Para que los parches musculares funcionen debemos colocarlos correctamente, presionando directamente sobre la zona muscular dolorida para que el calor producido por el parche actúe aliviando el dolor.
Aproximadamente a los treinta minutos de su aplicación, el parche térmico comenzará a generar un calor suave y uniforme que proporcionará un alivio rápido del dolor, ya sea producido por una lesión, un golpe o una contractura muscular. El parche de calor no debe usarse durante más de ocho horas al día, aunque sigamos sintiendo dolor, debido a que puede ser perjudicial para la salud. Aunque son sencillos de utilizar, es importante colocar los parches musculares en zonas accesibles para poder retirarlos con facilidad después de cada uso.
Es importante no utilizar los parches de calor sobre la piel irritada, con heridas o en zonas muy sensibles, aunque el dolor se encuentre localizado en esa zona. Tampoco debemos utilizar los parches térmicos si hemos aplicado anteriormente alguna crema o bálsamo con efecto calor, aunque el dolor persista, ya que un exceso de calor puede ser perjudicial para las lesiones musculares. Deben guardarse a temperatura ambiente y fuera del alcance de los niños. Es recomendable consultar con el especialista antes de utilizar los parches térmicos, principalmente en casos de embarazo y lactancia, o enfermedades circulatorias.