Las quemaduras son un daño y destrucción de la integridad de la piel por calor, sustancias químicas, electricidad, exposición solar o la energía de otras radiaciones. A nivel doméstico, las más comunes son las causadas por líquidos, vapor caliente o por contacto con una superficie a alta temperatura. Pueden alcanzar capas más o menos profundas y afectar a estructuras anejas (folículo piloso, glándulas sudoríparas). Su extensión puede ser variable. En función de estos dos factores se clasifican en distintos grados (siendo el grado 1 el más superficial y menos grave).
Ante una quemadura leve, superficial y poco extensa, con un enrojecimiento leve (por ejemplo, tras la exposición solar) tendremos que hidratar intensamente la piel con emulsiones calmantes y humectantes. También será necesario fotoproteger la zona con un alto FPS, ropa y complementos adecuados. Recordemos que cualquier quemadura solar es indicativa de un daño profundo en la piel, con alteraciones del ADN celular, por lo que conviene evitarlas siempre con el uso de fotoprotección y una conducta de exposición responsable.
Otro tipo de quemaduras leves pueden aliviarse de manera inmediata poniendo la zona bajo agua fría durante unos minutos. Luego, con la piel seca, hay que aplicar una pomada que sea calmante, antiséptica y regeneradora. Deberá cubrirse la zona dañada con vendas estériles o apósitos con partículas de plata (con efecto antibacteriano). La protegeremos igualmente del sol para evitar una hiperpigmentación postinflamatoria. Si aparece cualquier signo de mayor gravedad, como malestar general, fiebre, secreción en la zona afectada, ampollas, dolor u otros signos de infección, será necesario acudir siempre a un médico.