La piel grasa se caracteriza por la producción excesiva de sebo por parte de las glándulas sebáceas. Éstas están situadas cerca del folículo piloso y se encargan de producir esta sustancia que aporta lípidos protectores a la piel. Además de esto, la piel grasa puede presentar una proliferación acelerada de los queratinocitos, células que contienen la famosa queratina.
Este crecimiento anormal produce el endurecimiento de la capa externa de la piel y un aspecto de piel más engrosada. Si se produce taponamiento de los poros, se presentarán lesiones en forma de puntos negros, espinillas o microcomedones. Esto puede derivar en otros problemas cutáneos como el acné. Pero, ¿por qué se produce este desajuste y qué podemos hacer? Tener o no piel grasa puede deberse a variaciones hormonales, a la acción de agentes externos, al uso de cosméticos inadecuados o tener un condicionante genético.
Sea como fuere, este tipo de piel puede ser sensible cuando se desequilibra y requiere de productos cosméticos específicos con ingredientes seborreguladores y antisépticos para evitar el sobrecrecimiento de microorganismos que empeoren su estado. Ingredientes que a la vez sean antioxidantes, como la niacinamida, y con efecto antiiflamatorio. Las texturas ultra-ligeras, de rápida absorción o matificantes son buenas aliadas de este tipo de pieles.
Además, la fotoprotección solar es imprescindible y mucho más para las pieles grasas. En este caso, la acción solar puede provocar una mayor deshidratación cutánea y un efecto pro-oxidante "de rebote", que estimulará la actividad de las glándulas sebáceas y, en consecuencia, provocará más obstrucciones. En caso de estar siguiendo un tratamiento médico específico contra el acné, la importancia del protector solar se multiplica.