Cuando finaliza el período de lactancia materna, el biberón se transforma en la herramienta que ayuda a dar de comer a nuestros hijos. Sin embargo, debido a su fragilidad y a la posibilidad de que contraigan todo tipo de infecciones, es fundamental que tanto la higiene como el manejo del biberón se lleven a cabo bajo una serie de precauciones o prevenciones muy fáciles de seguir.
1. Siempre limpio y esperilizado
Sobre todo durante los primeros meses de vida, acostúmbrate a lavar y esterilizar el biberón después de cada uso para evitar las infecciones gastrointestinales de tu bebé. Para ello es indispensable que lo vacíes por completo, que saques el chupón y que enjuagues cada una de sus partes.
Puedes ayudarte de un cepillo para mejorar la eliminación de los restos de leche, aunque el paso fundamental para garantizar una buena higiene es la esterilización. Utiliza un cazo para hervir todas las piezas del biberón durante dos o tres minutos, manteniendo la desinfección del chupón durante un par de minutos más.
2. ¿Biberones de plástico o de cristal?
Como ocurre con los chupetes, existe un biberón para cada tipo de niño o de edad. A medida que el bebé crece también su succión se vuelve más insistente, por lo que es necesario que cada una de las piezas de este sistema de alimentación se adecue a sus necesidades.
Los biberones de silicona son ideales para los recién nacidos, ya que además de poder limpiarse con facilidad reducen los cólicos del bebé. No absorben olores ni sabores y son menos pesados que los biberones de cristal. Una de sus principales ventajas es la forma anatómica con la que son fabricados, que permite al bebé empezar a agarrar el biberón y a entrar en contacto con su comida.
Prepara tu biberón con tiempo
Los recién nacidos no entienden de paciencia. Si tu bebé tiene hambre lo más probable es que llore hasta que pueda saciar su pequeño estómago. Por este motivo te recomendamos que siempre tengas un biberón a mano y listo para tomar, comprobando antes si tanto la temperatura como la salida de la leche es la correcta.
Vertiendo unas gotitas sobre la piel de tu mano podrás controlar si el biberón está o no preparado. Recuerda que para evitar que tu hijo trague demasiado aire el recipiente debe estar inclinado, dejando que la leche ocupe toda la superficie de la tetina.
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