Pulso acelerado, dificultad para respirar, dolor en el pecho e incluso náuseas o vómitos. Si en algún momento has sentido estos síntomas de manera aislada o al mismo tiempo, es posible que hayas sufrido un ataque de pánico o de ansiedad.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en España un 6,7% de la población sufre algún trastorno de ansiedad, una cifra muy similar a la de depresión. “Ambos son los trastornos mentales más prevalentes”, comenta nuestra farmacéutica Mar Santamaria. ¿Por qué es importante este dato? “Nos invita a reflexionar sobre cómo estamos abordando estos problemas de salud y dando (o no) el soporte necesario. Es francamente curioso que, cuando alguien tiene un esguince o una migraña intensa, sabe que debe acudir a su médico para ponerle remedio. En el caso de los problemas de salud mental, parece como que tienen otra entidad, que no son “trastornos” como tal. Y sí lo son, como lo es una migraña, aunque algo más intangibles. Hay que romper estos prejuicios. Ser consciente y reconocer los síntomas (primer paso), así como pedir ayuda profesional (segundo paso), no debería demorarse ni suscitar ningún estigma”, afirma.
Cuando la ansiedad aparece en momentos muy puntuales, puede ser algo normal y como reacción a una situación concreta de estrés objetivo. Pero cuando la ansiedad acaba formando parte de nuestro día a día, o nos impide llevar nuestros hábitos o rutinas, podríamos hablar de un trastorno de ansiedad y derivar en episodios de ansiedad intensa e incluso de ataques de pánico.
Pero, ¿qué es un ataque de pánico?
Para hablar de un ataque de pánico antes debemos saber qué es la ansiedad, y es que están muy relacionados. De hecho, según la OMS, los ataques de pánico son una dolencia comprendida dentro de los trastornos de ansiedad. Entonces, ¿qué significa cada uno?
La ansiedad “puntual” es una reacción normal y saludable que se activa ante una amenaza o peligro. “El cuerpo se pone en alerta para luchar o huir ante una situación muy estresante (física o psicológicamente), y aparecen una serie de síntomas y signos característicos de la activación del sistema nervioso simpático”, explica Mar.
Por el contrario, un trastorno de ansiedad se produce cuando esa sensación de ansiedad se activa en situaciones que habitualmente no suponen una amenaza e impide o dificulta la vida diaria. “Aquí es cuando tenemos que compartirlo y pedir ayuda”, comenta Mar.
Los ataques de pánico son episodios repentinos más o menos recurrentes que provocan reacciones físicas graves, pese a que no exista ningún peligro real o causa aparente. La reacción física de un ataque de pánico es tan intensa que la persona puede llegar a sentir que está perdiendo el control e incluso que está viviendo un ataque cardíaco e imposibilidad de respirar.
Además, los ataques de pánico suelen aparecer de manera inesperada, como desencadenante a situaciones muy diversas según la persona. Desde una situación social como estar en un lugar público, un vuelo, espacios cerrados hasta algo relacionado con el entorno laboral. Las situaciones y los detonantes son muy variados y dependen de cada persona.
¿Cómo te sientes cuando te da un ataque de ansiedad?
La sensación general suele describirse como una situación incontrolable que no puede detenerse y que tampoco se puede determinar cuando acabará, aunque los síntomas pueden ser muy variopintos.
Los síntomas físicos que aparecen, con mayor o menor intensidad, son:
Pulso y frecuencia cardíaca acelerados.
Palpitación en el pecho.
Respiración rápida y superficial.
Dificultad para respirar.
Náuseas o vómitos.
Malestar abdominal.
Sudoración y/o escalofríos.
Temblores.
Visión borrosa.
Aturdimiento o mareos.
Parestesias (entumecimiento y hormigueo) en las manos o los pies.
Dolor en el pecho.
“Evidentemente, hay que estar alerta y prestar atención a síntomas intensos como el dolor en la zona precordial (pecho), la sudoración y las molestias en el estómago o el dolor de cabeza intenso, ya que pueden ser indicativos de un problema cardíaco. El dolor en el brazo (en los hombres) y en la zona de la mandíbula, cuello o parte superior de la espalda (en las mujeres) se asocian habitualmente a un infarto de miocardio”, explica Mar Santamaria. “Como no siempre resulta fácil distinguir una cosa de otra, solicitar asistencia sanitaria y seguir las indicaciones de los profesionales será de gran importancia. Si ya se ha padecido anteriormente una crisis de ansiedad, será más fácil reconocerla y los síntomas cesarán tras la administración de un medicamento ansiolítico”. Es importante saber que Cada caso es diferente y no tienen por qué aparecer ni los mismos síntomas, ni darse con la misma intensidad.
¿Qué hacer en caso de tener un ataque de ansiedad?
El consejo general tanto para la persona que sufre el ataque de ansiedad como para los acompañantes es recordar algo tan simple como respirar para tratar de recuperar la calma.“Aunque esto no siempre resulta fácil: la sensación de ahogo puede ser intensa y vivirse como muy real”, apunta Mar. Para ello, recomienda entrenarlo y practicar de vez en cuando, siguiendo las indicaciones de un psicoterapeuta.
Pautas en caso de tener un ataque de ansiedad:
Los consejos que recogemos a continuación no sustituyen una visita médica, ni la terapia psicológica adecuada, pero pueden dar una orientación en caso de tener que manejar un ataque de ansiedad.
Tratar de controlar la respiración.
Los ataques de ansiedad comienzan por una percepción de una situación de peligro real o no. A partir de ahí, se produce una sensación de pérdida de control, de miedo y nervios que afectan a la respiración y causan un aumento del ritmo cardíaco. La persona puede llegar a sentir asfixia, aumentando así la sensación de pánico.
Por eso es importante tratar de recuperar la respiración normal y de esta manera, regular el ritmo cardíaco. Este será el primer paso para recuperar la calma poco a poco. “Existen secuencias de respiración pautada como, por ejemplo, contar: 3 segundos para inhalar, 3 segundos reteniendo el aire, 3 segundos para exhalar y 3 segundos de retención sin aire”, dice Mar, “aunque cada persona puede tener su propia técnica”.
Evitar hacer círculos alrededor de la persona.
Cuando se produce un ataque de estas características, la intención es tratar de ayudar a la persona y esto podría acabar provocando una situación de mayor angustia para ella. Al rodear a la persona y tratar de calmarla podemos aumentar su sensación de nerviosismo. Lo mejor es que una persona se quede con ella hasta que remitan los síntomas de pánico, y dejarle algo de “espacio” a su alrededor. En caso de que no remitiesen los síntomas, llamar a los servicios sanitarios y esperar con ella.
Sentarse en un lugar tranquilo.
En la misma línea que lo anterior, lo mejor es que la persona, ya sea sola o acompañada, se siente en un lugar aislado para tratar de tranquilizarse y recuperar la respiración. Si puede ser, apartada de estímulos intensos como ruido, tráfico, grupos de muchas personas… Para poder recobrar poco a poco la normalidad.
Utilizar frases tranquilizadoras.
Si estamos dando soporte a una persona con un ataque de pánico o incluso si estamos sufriendo uno, podemos recurrir a frases tranquilizadoras. Lo mejor será concentrarse en la respiración y tratar de mantener a la persona en el presente, evadiéndola de sus propios pensamientos. Y es que es la mente la que causa ese estado de pánico que se traduce al cuerpo y crea esa sensación de caos. Cuando hablamos de volver al presente es recordar que estamos a salvo, en una habitación, que no hay peligro y crear un estado en el que la persona comience a sentir que “no pasa nada”. En este sentido, seguir los consejos de un/a psicoterapeuta siempre es de gran ayuda.
Avisar a los Servicios Sanitarios
En caso de que la persona no logre tranquilizarse, se recomienda llamar a los Servicios Sanitarios o desplazarse a un centro sanitario próximo para recibir un diagnóstico.
Si la persona detecta, con ayuda de un profesional sanitario, los condicionantes de estos ataques de pánico, lo mejor será tratar de gestionar la causa del ataque con la ayuda de terapia psicológica y/o farmacológica según el caso. Realmente, acudir a terapia psicológica para dilucidar qué podría estar pasando y para ayudar a mantener el control durante los episodios, sería el mejor de los consejos.
Es importante saber que vivir en un estado permanente de ansiedad es inviable.“El aumento sostenido de la secreción de cortisol lleva a una gran fatiga y las consecuencias físicas pueden hacer mella”. ¿Qué es el cortisol? Es una hormona que además de ayudar al cuerpo a responder frente a una situación de peligro, también ayuda a regular la presión arterial, mantener el funcionamiento normal de corazón y vasos sanguíneos y reducir la inflamación. ¿Qué pasa con ella y la ansiedad constante? Cuando vivimos en un estado de ansiedad constante, el cuerpo segrega esa hormona, sin entender si el detonante es un peligro real o está en nuestra mente.
“La buena noticia es que, al igual que otros trastornos físicos y mentales, los trastornos de ansiedad tienen solución. Volviendo al símil del principio: de la misma manera que una persona con migrañas intensas no debe “aguantar” el dolor sin más, tampoco hay que dejar que la ansiedad lo eclipse todo, porque existen tratamientos y herramientas terapéuticas eficaces, ya sea a base de psicoterapia, suplementación de apoyo en casos muy leves o medicamentos pautados por un médico”.