¿Sabías que todos nacemos con cierto capital solar? Esto depende de varios factores propios de cada persona, como el tipo de piel o los hábitos de exposición, y para aprovechar al máximo los beneficios del sol y evitar sorpresas desagradables, es importante preservar nuestro capital solar.
Pero, ¿para qué sirve el capital solar? ¿Cómo sabes si lo has agotado? ¿Hay una manera de recuperarlo? Sigue nuestras recomendaciones para protegerlo al máximo.
¿Qué es el capital solar?
El capital solar define el tiempo de exposición a los rayos UV que la piel puede soportar a lo largo de su vida. Al nacer, cada individuo tiene un “capital solar” limitado y no renovable. ¡Por lo tanto, no es raro que se reduzca a la mitad cuando llegamos a la edad adulta!
¿Cómo explicar el rápido consumo de capital solar?
Como un reservorio cuyo nivel disminuye con cada exposición, el capital solar designa más indirectamente los medios de defensa de la piel contra los efectos nocivos de las radiaciones solares, como el envejecimiento cutáneo o las quemaduras solares. Cuanto más sufre la piel los daños relacionados con el sol, más disminuye este capital, aumentando así el riesgo de lesiones que, cuando son demasiado numerosas y repetidas, ya no pueden repararse.
Incluso si no son inmediatamente visibles, el daño comienza a una edad temprana y se amplifica a lo largo de la vida. Por ello, es necesario respetar las recomendaciones en materia de protección solar, especialmente en bebés y niños. Si las pieles de los fototipos 1, 2 y 3 son las más expuestas a este riesgo, el resto de fototipos no se salvan y también deben proteger su piel del sol.
¿Cómo sabemos si nuestro capital solar está agotado?
La exposición repetida a las horas más calurosas del día, la piel con poca o ninguna protección son ejemplos que contribuyen a reducir su capital solar. La aparición de manchas marrones y lentigos en el rostro, el escote o el cuerpo pueden ser signos de agotamiento del capital solar que denotan una exposición excesiva de la piel.
Pero las consecuencias de un capital solar consumido pueden ser mucho más graves, como la aparición de melanoma, un cáncer de piel ligado en un 70 a 80% de los casos a una exposición solar excesiva.
Además, ante un lunar que cambia de aspecto, color o lesión sospechosa, no te lo pienses y consulta a un/a dermatólogo/a.
¿Cómo recuperar el capital solar?
Una vez consumido el capital solar, lamentablemente, no se puede aumentar ni alargar. ¡Razón de más para preservarlo adoptando buenos hábitos lo antes posible!
Evita exponerte a las horas de mayor riesgo (entre las 12 y las 16 horas), y recuerda combinar siempre la protección de la ropa (gafas de sol, sombrero, gorra, etc.) con la protección solar, sin olvidar por supuesto beber mucha agua.
Los protectores solares con un índice SPF50 o superior están especialmente recomendados para preservar tu capital solar, tanto en el rostro como en el cuerpo. Y al contrario de lo que se piensa, un índice 50 no es un protector solar antibronceado, sino un fotoprotector de alta protección que protege la piel de los efectos nocivos de los rayos solares, sin impedir un bonito cutis bronceado.
Aplicar protección solar regular y generosamente antes y durante cada exposición. Aceite, spray, crema, fluido, bruma… existen multitud de formatos disponibles de marcas como Avène, ISDIN o La Roche-Posay. Para zonas sensibles como la nariz, las orejas o los labios, ¡considera el stick! Además, la fotoprotección no solo deben reservarse para las vacaciones y las sesiones de bronceado. De hecho, la piel está expuesta a los rayos UV durante todo el año, de ahí la importancia de añadir protector solar a tu rutina de belleza.
Por último, no olvides, para que la protección siga siendo eficaz, se recomienda renovar la aplicación cada 2 horas, después de nadar, hacer deporte o transpirar.
Como has visto, cada uno tiene su propio capital solar que va decreciendo con los años y las exposiciones. Para poder disfrutar de los beneficios del sol durante el mayor tiempo posible y preservar nuestro propio capital en el tiempo, intenta limitar la duración y la intensidad de la exposición.
Versión traducida del texto original de Léa Fillion.