Cuando hablamos de manchas, nos referimos a zonas de la piel que acumulan melanina. ¿Sabías que hay varios tipos de manchas faciales? Pueden ser lentigos solares, que son las más habituales, melasma (también llamada cloasma, sale típicamente durante el embarazo) o queratosis actínica (asociado al envejecimiento y signo de daño solar acumulado). La toma de algunos medicamentos, como los anticonceptivos hormonales, pueden potenciar su aparición.
Lo primero y más importante, es utilizar un buen fotoprotector en la rutina facial diaria. Especialmente con SPF50. También es recomendable evitar las horas de más sol y usar otros medios de protección, como gafas de sol, sombrero, etc.
Recomiendo seguir una rutina con productos cosméticos que ayudan tanto a minimizar su apariencia como a evitar que salgan más o se oscurezcan. Suelen contener ingredientes exfoliantes y despigmentantes que van suavizando la coloración de las manchas y unificando el tono. Lo recomendable es hacer estos tratamientos en otoño e invierno, ya que pueden resultar fotosensibilizantes. En verano conviene continuar, siempre y cuando nos protejamos bien del sol y usemos productos que toleremos bien o menos concentrados.
Puedes empezar, por ejemplo, aplicando un sérum antimanchas antes de tu crema habitual. Los activos estrella para las manchas son el ácido kójico, la vitamina C, el ácido tranexámico, el glicólico, la niacinamida...
Por último, si desconoces la causa de tus manchas u observas una apariencia fuera de lo habitual, te recomendamos que consultes con un dermatólogo/a. Acude a revisión, especialmente, si tu piel presenta queratosis actínica y/o muchos nevus (lunares).