La melanina es el biopolímero responsable del color de la piel y del cabello y que se produce a partir de los melanocitos, células situadas en la base de la epidermis y en el folículo piloso. A veces, esta melanina se llega a acumular en algunas zonas de la dermis dando lugar a manchas cutáneas, que suelen presentar un tono más oscuro que el resto de la piel. Las más comunes son los denominados lentigos solares, producidos por la exposición solar prolongada, pero también existen de otros tipos, como los melasmas o la queratosis actínica. ¿Cómo podemos prevenir su aparición? La primera medida de prevención (y la más importante) que debemos tomar es la de utilizar un buen fotoprotector. A poder ser de alta protección, que ayude a bloquear la acción de los rayos UVA-UVB sobre la piel.
Además, es especialmente recomendable evitar la exposición solar en las horas centrales del día y valerse de complementos como gafas de sol o sombreros para evitar el impacto directo del sol. Además, seguir una rutina facial adaptada a las necesidades de las pieles con tendencia a la aparición de manchas es muy importante para evitar que aparezcan más o se reproduzcan. Los cosméticos destinados a eso suelen contener ingredientes exfoliantes y despigmentantes que contribuyen a suavizar la pigmentación de la zona y ayudan a unificar el tono.
Una buena rutina de cuidado facial empieza con un sérum antimanchas para potenciar la acción de tu crema habitual. Ingredientes activos como la Vitamina C, el Ácido Glicólico, la Niacina o el Ácido Kójico, son perfectos para tratar este tipo de pieles. En caso de observar manchas con una apariencia poco habitual o desconocer la causa de estas, es recomendable consultar con un/a dermatólogo/a. Si tu piel presenta queratosis actínica o muchos nevus (lunares) es imprescindible que acudas a revisión médica para examinarlos.